Jaume Renyer

per l'esquerra de la llibertat

15 de gener de 2010
7 comentaris

Róza Luksemburg, els jueus i el socialisme

El 15 de gener del 1919, fou assassinada a Berlín, Róza Luksemburg, dirigent revolucionària jueva, (polonesa de naixement i nacionalitzada alemanya), un mite en la cosmovisió comunista de la realitat, que mereix algunes reflexions al voltant de la seva identitat i el seu ideari.

 

Les seqüeles del comunisme han deixat empremta en el comportament polític de molts catalans (encara que molts no en siguin conscients d’aquesta influència paralitzant). A Catalunya és habitual l’autoidentificació com a progressista de molta gent que adopta com a actituds d’esquerres l’animadversió envers la pròpia identitat nacional catalana. Aquest fenomen és perceptible fins i tot entre persones que s’autodenominen independentistes sense saber que en l’origen d’aquests capteniments hi ha el conflicte personal de molts dels bolxevics russos en relació a la seva identitat jueva.

Un dels casos més significatius és el de Róza Luksemburg (coneguda com Rosa Luxemburg, entre els catalans), l’ascendència jueva de la qual hom presenta com un fet biològic sense transcendència, quan la realitat és ben diferent. Com a mostra reprodueixo les pàgines que dedica a la seva persona Paul Johnson, a la seva obra “La historia de los judíos”, Javier Vergara Editor, Buenos Aires, 1991, pàgines 451 i següents):

“Los judíos tenían cierta responsabilidad en esto (es refereix a la identificació entre jueu i bolxevic que va adoptar la judeofòbia europea a partir de la Revolució Russa), o más bien podría decirse tal cosa del tipo de judío político que había aparecido en la política extremista durante la segunda mitad del siglo XIX: el judío atijudío, el judío que negaba la existencia del judío como tal. Este grupo estaba formado íntegramente por socialistas, y durante un breve período sus miembros tuvieron suprema importancia en la historia europea y judía.

La persona más representativa de este grupo fue Rosa Luxemburgo (1871-1919). Provenía de Zamosc, en la Polonia rusa, y sus antecedentes históricos eran impecablemente judíos. Descendía de rabinos, un linaje que se remontaba por lo menos al siglo XII, y su madre, hija y hermana de rabinos, le citaba constantemente la Biblia. Como Marx, y con  mucho menos disculpa, nunca demostró el más mínimo interés por el judaísmo o la cultura yiddish (aunque le gustaban los chistes judíos).

Como ha destacado Robert Wistrich, historiador del socialismo judío, su extraordinaria pasión por la justícia social y su fascinación por la argumentación dialéctica tuvieron su origen, al parecer, en generaciones de eruditos rabínicos. pero en todos los restantes aspectos, era una “ultramaskil”. No sabía nada de las masas judías. Su padre era un rico comerciante en maderas que la envió a un colegio exclusivo de Varsovia, adonde asistían principalmente los hijos de funcionarios rusos. A los dieciocho años fue pasada de contrabando en la frontera y viajó a Zurich para completar su educación. En 1898 concertó matrimonio con un impresor alemán para adquirir la ciudadanía alemana. Después consagró toda su vida a la política revolucionaria.

Las analogías con Marx son estrechas en ciertos aspectos. Como Marx, tenía antecedentes privilegiados, que continuaron beneficiándola financieramente. Como él, nada sabía de la clase trabajadora, e incluso de la clase trabajadora judía, y como él nunca trató d epaliar su ignoranacia. Como él, hizo una vida de cosnpiración política en la clase media, escribiendo, practicando la oratoria y discutiendo en los cafés. Pero mientras el odio de sí mismo del judío Marx adoptó la forma de un grosero antisemitismo, ella sostuvo que el problema judío no existía en absoluto. Aseguraba que el antisemitismo era un función del capitalismo, aprovechada en Alemania por los Junkers y en Rusia por los zaristas.

Marx había resuelto la cuestión; había “apartado el problema judío de la esfera religiosa y racial y le había asignado un fundamento “social”, demostrando que lo que generalmente se describe y se persigue como “judaísmo” no es nada más que “el espiritu del negocio y la estafa”, que aparece en todas la sociedades en que reina la “explotación”. En realidad, eso no era lo que Marx decía, y la interpretación de Rosa Luxemburgo implicaba una intencionada deformación del texto de Marx. Más aún, la afirmación de Rosa Luxemburgo era manifiestamente falsa. Como señáló otro socialista judío, Eduard Bernstein (1850-1932), el antisemitismo tenía profundas raíces populares y no podía se reliminado por el marxismo simplemente mediante un acto de magia. Bernstein admiraba mucho a Eleanor, hija de Marx, que orgullosamente decía en las asambleas públicas del East End de Londres: “Soy judía.

En cambio, si podía evitarlo, Rosa Luxemburgo nunca aludía a su condición judía. Intentaba ignorar los ataques antisemitas contra ella misma, y esa actitud a menudo era difícil, pues en la prensa alemana se publicaban las caricaturas más odiosas a su persona. Más aún, había un acentuado matiz antisemita en los ataques que le dirigían los sindicalistas y socialistas alemanes de origen obrero. Les desagradaba el tono de superioridad intelectual de Rosa Luxemburgo y sus confiadas afirmaciones acerca de lo que “los trabajadores” necesitaban.

Ella desechó todo esto. “Para los seguidores de Marx -escribió- como para la clase trabajadora, la “cuestión judía” en sí misma no existe”. Según veía las cosas, los ataques contra los judíos estaban limitados a “las aldeas pequeñas y remotas de Rusia meriodional y Besarabia, a saber, a los lugares donde el movimiento revolucionario es débil o no existe”. Endureció su corazón frente a los que reclamaban su simpatía a la vista de las atrocidades cometidas en perjuicio de los judíos. “¿Por qué venís con vuestras penas judías especiales? -escribió-. Siento la misma compasión por las desdichadas víctimas indias del Putumayo, los negros africanos….. no puedo hallar en mi corazón un rincón especial para el gueto”.

Las deformaciones morales y emocionales de Rosa Luxemburgo eran características del intelectual que intenta encerrar a la gente en una estructura de ideas, en lugar de permitir que las ideas se desarrollen a partir del modo en que la gente se comportaba realmente. Los judíos de Europa oriental no eran una creación artificial dl sistema capitalista. Eran un pueblo real, con su propio idioma, su religión y su cultura. Sus sufrimientos también eran bastante reales, y se les perseguía porque eran judíos, y no por otras razones. Incluso tenían su propio partido socialista, el BUND (abreviatura de la Unión General de Trabajadores Judíos de Lituania, Polonia y Rusia), fundado en 1897.

El BUND realizaba campañas vigorosas en favor de los plenos derechos civiles para los judíos. Pero los bundistas estaban divididos cuando se trataba de determinar si debía concederse a los judíos un estado autónomo tan pronto como se crease la “Republica de los Trabajadores”. También tenían una actitud confusa con respecto al sionismo, y la emigración debilitaba constantemente sus filas. De ahí que tendieran a cerrar filas alrededor de la defensa de la cultura nacional yiddish.

Esta insistencia en la originalidad de la cultura judía hacía que los bundistas fuesen particularmente detestables para los socialistas judíos que, como Rosa Luxemburgo, negaban la particularidad social o cultural de los judíos. Estos socialistas rechazaban con vehemencia las pretensiones del BUND. Y su hostilidad a las organizaciones políticas especiales de judíos plasmó la ortodoxia de la izquierda revolucionaria.

Lenin, sobre todo, se opuso fieramente a la existencia de derechos específicamente judíos. “La idea de una “nacionalidad” judía es definitivamente reaccionaria -escribió (1903)- no sólo cuando la exponen sus defensores consecuentes (los sionistas), sino también en labios de quienes intentan combinarla con las ideas de la socialdemocracia (los bundistas). La idea de una nacionalidad judía contradice los intereses del proletariado judío, pues promueve en ellos, directa o indirectamente, un espiritu hostil a la asimilación, el espiritu del gueto”. Y de nuevo en 1913 escribió: “Quienquiera que directa o indirectamente proponga el lema de una “cultura nacional” judía es (al margen de sus posibles buenas intenciones) un enemigo del proletariado, un partidario de lo “antiguo” y de la posición de “casta” de los judíos, un cómplice de los rabinos y la burgesía”.

Por lo tanto, la filosofía entera de la revolución proletaria se basaba en la premisa de que el judío propiamente dicho no existía salvo como una fantasía fomentada por un sistema socioeconómico deformado. Si se destruía ese sistema, el caricaturesco judío de la historia desaparecería, como una ingrata pesadilla, y el judío se convertiría en ex judío, en un hombre común y corriente. Ahora nos parece difícil retornar al espiritu de los judíos muy inteligentes y educados que creían en esta teoría. Pero muchos miles creyeron en ella. Odiaban su condición judía, y la lucha en favor de la revolución era el medio moralmente más acceptable de escapar de ella. Confería a su lucha revolucionaria una vehemencia emotiva peculiar, porque creían que su éxito implicaría una liberación perssonal de la carga judía, así como una liberación humana general respecto de la autocracia”.

  1. Tens molta raó quan destaques el substrat comunista que domina encara entre bona part de l’esquerra (segons Àngel Pestaña, comunista és tot aquell burgès frustrat que manipula la classe obrera per imposar les seves peculiars dictadures). Ara bé, precisament perquè el comunisme ha gaudit, especialment fins a la dècada dels noranta, de molta influència en el món acadèmic, se n’ha parlat força de Rosa Luxemburg (que bé s’ho mereix) i en canvi s’ha obviat a una altra dona d’origen lituà, feminista, jueva (filla d’un rabí), una de les intel·lectuals més destacades, i una persona que col·laborà amb els anarquistes catalans durant la guerra. Es tracta d’Emma Goldman (1869-1940), molt ben relacionada amb els llibertaris catalans, en especial amb la Federica Montseny.
    La Goldman és una de les grans oblidades (injustament) de la història pel bandejament al qual ha estat sotmès l’anarquisme per part de les elits culturals catalanes

  2. Els jueus enllà on han anat han adoptat la llengua del país, per què el seu és una qüestió econòmica-religiosa.

    No tenien un marc juridic i militar per implantar la seva llengua, encara que han intentat crear-ne una moderna de nova mecanografiada per a comunicar-se entre ells i intentar imposar-la al món com l’Esperanto i oferida a la seva forma d’entendre el món i tenen sota el seu poder el servei de les multinacionals més rendibles del món i sota la seva influència els exercits més poderosos del món com el nord-americà i el britànic.

    El jueus uns nazi imperialistes i feixistes però en esperanto?

    La paradoxa del llatí en l’època imperial romana que dona pas a l’independència de multitud de llengües, la paradoxa de l’imperi espanyol o anglés, on com a llengües vives que són i no estàtiques cada cada poble acaba utilitzant paraules noves, derivades o semblants però donant-li diferents significats.

  3. Quan Marx va poder desenvolupar la seva teoria comunista des d’una burguesia i una societat capitalista i posició privilegiada.
     
    Els que diuen ser comunistes cauen en una desgrâcia fracassada i quan la societat capitalista és comunista sense saber-ho.

  4. Solament faré una consideració. Si realment el socialisme servís per fer un home nou i per acabar amn l’antisemitisme, avui els brots antisemites no serien el pa del dia als països de l’antic bloc soviètic… i no tindrien tant de predicament entre les esquerres de base marxista.

    En quant al fenòmen de l’autoodi en molts jueus d’esquerra  és evident, ara bé; la seva gran contradicció és que quan van oblidar que eren jueus inclús els seus “camarades” es van encarregar de recordar-los-hi. Cal recordar que Stalin va entregar el Secretari General del PC Alemany  als nazis com a regal ja que era jueu. 

    Una resposta de dignitat jueva en el camp del socialisme és el Bund -perseguit pel PC- , però no va més enllà d’identificar-se nacionalment, solament des del sionisme d’esquerra i per damunt de tot el sionisme revisionista s’arriba a la plena configuració nacional.  

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