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El bloc personal de José Manuel Almerich

14 de juliol de 2006
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CROACIA

Un viaje en bici por la costa de Dalmacia

Parece mentira lo que se puede llegar a hacer con una bicicleta y dos piernas. Lo cierto es que hemos desayunado en Croacia, comido en la república de Eslovenia y cenado en Italia.

José Manuel Almerich

Tengo que reconocer que cuando he visto la estrella azul de la Unión Europea, tras pasar la última frontera, he sentido cierto alivio. Ya estamos en casa. También me he dado cuenta del valor que tiene, en los países del este, un pasaporte español.

                 Croacia es un país extraño, sumido en grandes contradicciones, incomprensible a veces para un occidental. En Rijeka, la ciudad más importante de la costa de Dalmacia, los combates de boxeo tienen lugar en plena calle ante la mirada atónita de los niños. Mientras, conciertos de música coral y obras de teatro se representan en el mismo barrio, a veces a la vez, y a escasos metros del improvisado ring. Sus habitantes son amables, generosos y tremendamente hospitalarios con nosotros, pero violentos, tribales y  psicológicamente cerrados con sus vecinos servios y bosnios. Han sido capaces de crear enfrentamientos por motivos religiosos y educar a sus hijos para la guerra, como así fue en 1990, y sin embargo se declaran católicos romanos. Las eslavas son las mujeres más guapas que he visto nunca pero frías y poco apasionadas. Quieren ser europeos pero no aceptan el euro y a pesar de su vocación occidental, no quieren renunciar a su extremado nacionalismo.

                 El paisaje rural de lo que fue la antigua Yugoslavia es otro mundo. Después de atravesar toda la península de Istria,  la sonrisa de una campesina de Sumber, una aldea perdida en los Balcanes, ha sido lo mejor del viaje. No se pudo resistir a ofrecernos cena y alojamiento tras observar nuestros rostros, quemados por el sol,  después de 85 kms por caminos de montaña.  Las islas del Adriático, Cres, Krk, Plavnik y Rab las fuimos cruzando de puerto a puerto, y al final no sabíamos como salir de allí. Cuando ví a lo lejos la isla de Rab, ya desde el barco presentí que sería algo especial. Desee que no hubiese posibilidad de zarpar hacia Zadar, ni tan siquiera en catamarán, como así fue y casi  estuve a punto de quedarme a vivir allí. Las murallas de estilo veneciano que rodeaban por completo la ciudad que da nombre a la isla, y sus casas rematadas por cuatro campanarios románicos, como cuatro preciosos mástiles, parecían la proa de un gran velero apuntando al mar. Los rincones que ofrece esta solitaria isla virgen, pérdida en mitad del Adriático, donde se inició el nudismo mucho antes que en  Formentera,  han quedado grabados en mi mente para volver aquí algún día, si los alemanes no acaban antes con ella.              

                 Los bosques en Croacia, tanto en la costa como en el interior son exuberantes y frondosos hasta el punto de que todo nuestro viaje ha transcurrido bajo la sombra de los árboles. Las raíces de  robles centenarios, encinas y fresnos de flor llegan hasta la misma orilla del mar.

                 Quedan pocos días para volver. Hemos encontrado un hotel, propiedad de la comunidad griega, en el centro de Trieste. Trieste es una ciudad industrial, típicamente italiana, ruidosa, sucia y caótica. Una sola calle de esta ciudad tiene más papeles y colillas en el suelo que toda Croacia, pero aún así tiene el ambiente y el bullicio de las ciudades latinas.  Mañana  podremos dedicar todo el día a recorrer la Val de la Rosandra, ¡que nombre verdad!  un precioso valle colgado, originado por una gran dolina,  hasta el antiguo puesto fronterizo de Botaç, paso de montaña entre Italia y Eslovenia.  El camino empedrado que se pierde hacia el este, sus pequeñas instalaciones en ruinas y sus barreras oxidadas, abandonadas, cubiertas por la hiedra y la vegetación, son todo un símbolo a la paz. 

                Al final habremos recorrido casi seiscientos kilómetros en bici, otros tantos en tren y algunos más entre ferrys, barcos y transbordadores. Hace mucho calor y tengo ganas de volver a casa. Me apetece tomarme un arroz y una cerveza bien fría con mis amigos en alguna de las playas de Denia. El cansancio se acumula y sentarse a escribir todo lo que he visto para poderlo compartir con vosotros, también es otra forma de viajar.       

Trieste, julio de 2005

 

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  1. Escriure es compartir, es l’acte de generositat per excelència. Gràcies per compartir amb nosaltres els teus moments i els teus viatges.

  2. Por desgracia, no puedo hoy dedicarme a visitar todo tu blog. He entrado a tiro distraído en Croacia y me ha apasionado la lectura de vuestro periplo por esas tierras balcánicas.

    La pasíón me ha subyugado. Eres un artista a pedales… a cara descubierta.

  3. bones, aquest estiu tenim pensat amb un company anar a fer una ruta per croacia. De moment ens costa trobar informació de mapes tant de camins i carreteres com topogràfics. Si ens poguessis ajudar a trobar informació t’ho agraïria. A més, llegint el teu relat ens venen més ganes de ser-hi. Gràcies

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