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El bloc personal de José Manuel Almerich

2 de novembre de 2010
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TIMANFAYA

No sé si alguna vez habéis recorrido la luna en bicicleta. No sé si habéis sentido, alguna vez, la sensación de ser los únicos habitantes del planeta, de volver, por unos días, a los orígenes de la tierra, al principio y al fin, al agua y al fuego, al lugar donde nada existe y todo, absolutamente todo, está por nacer.

José Manuel Almerich

 
Si cuando viajamos por las Bárdenas nos adentramos en el paisaje que nuestro mundo puede llegar a ser, en Timanfaya pudimos ver el paisaje que todavía no ha sido. Si en Islandia conocimos un planeta en formación, en Lanzarote la vida surge de la lava. Hasta el vino,  cuyas cepas se aferran a las cenizas volcánicas y se protegen del viento, envueltas en círculos de piedra negra que parecen, desde lo alto, mensajes en clave destinados a los dioses.

Hemos vuelto a Lanzarote  para rodear por completo la isla en bicicleta. Acabadas de nacer, las montañas aquí son como castillos de arena quemada que se mantienen en pie a pesar de la fuerza de las olas. Por unos días pedaleamos al borde del tiempo, recorriendo sin tregua los perfiles del fuego y nos sentimos insignificantes, perdidos, entre rocas de magma surgidas del abismo. Porque entre el suelo que pisamos y el caucho de las ruedas hay millones de años de evolución cósmica, lo mismo que entre nuestra piel y los líquenes de colores que tapizan las laderas como incipientes formas de vida. Los cráteres de los volcanes todavía humeantes, dominan un paisaje caótico y desolador, inhóspito y atezado donde ni tan siquiera los pájaros, se atreven a entrar.

Casi una tercera parte de la isla fue sepultada por la lava. Pueblos enteros quedaron enterrados bajo una gruesa capa de ceniza y magma ardiente.  Lanzarote tiene actualmente 805 kms cuadrados de los cuales 300 surgieron entre 1730 y 1736. La erupción de Lanzarote fue una de las más importantes y de mayor extensión, acaecidas en el planeta desde que tenemos conciencia histórica. Duró casi seis años, y fue la más larga e intensa jamás conocida:

–        “El primero de septiembre de 1730, entre las nueve y las diez de la noche, la tierra se abrió de pronto cerca de Timanfaya a dos leguas de Yaiza. En la primera noche una enorme montaña se elevó de seno de la tierra y del ápice se escapaban llamas que continuaron ardiendo durante nueve días”

Meses después, tuvieron lugar nuevas erupciones y la lava comenzó a cubrir pueblos y aldeas, al principio con la   misma rapidez que el agua, y luego lentamente, como cuando fluye la miel. Vapores pestilentes se condensaron y cayeron en forma de gotas, matando al ganado y obligando a huir a sus habitantes que se refugiaron en Tenerife y la Graciosa. El inmenso rio de lava que llegó hasta el mar modificó sustancialmente la isla y el desplome de los techos de los túneles volcánicos formados en su interior, crearon largas y profundas oquedades. El magma incandescente, al contacto con el agua salada, levantó enormes columnas de vapor que se vieron durante años, desde el resto del archipiélago. Una nube de humo oscureció por mucho tiempo la atmósfera de Lanzarote e impidió que los escasos cultivos pudieran salir adelante. 
 
La visión debió ser apocalíptica, según el diario de Andrés Lorenzo, cura de Yaiza. Mas de trescientos volcanes arrojando lava sobre el océano y masas de ceniza en suspensión, transportadas por el viento, cubrieron valles fértiles y cráteres de antiguas erupciones. Malpaíses y cordadas, lava solidificada, escorias intransitables, chimeneas y pitones que parecen estar todavía incandescentes. Entre dioritas y coladas, un volcán, el Macizo del Fuego, que tiene  510 metros de altura en su cráter principal.

Viajamos como subidos a una gaviota por los riscos de Famara, y cruzamos Timanfaya rodeando la isla solo por donde nos fue posible, por donde transcurre el único camino, al que llaman, la línea de la vida. Porque a una parte y a otra el hombre nunca ha pisado este suelo ni jamás ha entrado en él. El paisaje aquí todavía no ha sido creado. Y desde el volcán del Corazoncillo , la Montaña Rajada o la Caldera de los Cuervos, nos adentramos en el valle de la Tranquilidad. El islote de Hilario, plagado de turistas, sigue encendiendo como un milagro, las zarzas que sus guardas lanzan al abismo. Estamos ante las primeras etapas de la formación de un planeta, el comienzo de la sucesión geológica donde los líquenes tapizan las escorias ofreciendo un cromatismo microscópico como avanzadilla de seres más evolucionados.
 
Un viaje a Canarias puede parecer superficial, puede ser una estancia cualquiera de sus islas con playa y sol asegurado. Una eterna primavera sin estaciones ni cambios de temperatura. Pero los viajes no dependen del lugar, sino del viajero. Hay quien no sale de casa aunque cambie de continente, y hay quien cambia de continente sin salir de casa. Lanzarote es, una de las islas más extraordinarias del mundo. En gran parte en estado primigenio, este tipo de paisaje es tan original y primitivo que lo hace distinto a todo lo que hayamos podido ver hasta el momento. Nos hace sentirnos los primeros seres vivos de la tierra después del caos inicial. Lanzarote es la esquirla de una estrella frustrada.
 
Poco antes de finalizar nuestro viaje pasamos junto a la casa de José Saramago en el municipio de Tias. Una casa blanca, discreta y elegante a la sombra de la Montaña Blanca. Coronada por pintorescas chimeneas con forma de cebolla tierna,  a Casa, como se llama su hogar, está cerca de la fundación que lleva su nombre al principio de la calle Tegala, donde el escritor acudía cada día. Me arrepentiré siempre de no habernos decidido a llamar. Ahora ya es tarde.  La mitad de sus cenizas están bajo un olivo en el jardín de su casa y la otra mitad descansan en Lisboa.
 
El último día en Puerto del Carmen nos llovió con fuerza, como si la naturaleza quisiera demostrarnos que el agua también forma parte esta isla, y no es solo el fuego el único protagonista.  Aprovechamos para descansar, puesto que la jornada anterior habíamos recorrido la que fue la etapa más dura del viaje: un paisaje áspero y demoledor, el terreno más inhóspito y salvaje de toda la isla: la sierra de los Ajaches. Un trozo del desierto del Sahara incrustado entre volcanes, un lugar de sequedad extrema, donde los caminos han quedado destruidos por la erosión y grandiosos barrancos se precipitan al mar. Esqueletos de vehículos oxidados que alguna vez intentaron cruzar esta sierra se descomponen al sol. En Playa Quemada, a la salida del infierno, comeremos pescado fresco y continuaremos, al atardecer, a Puerto  Calero y de ahí, con los últimos rayos del sol, a Puerto del Carmen.

La vejez empieza cuando se pierde la curiosidad, -decía Saramago- y la palabra es lo mejor que se puede encontrar, para expresar eso a lo que llamamos pensamiento. El viaje no termina jamás -sigo leyendo al escritor-, solo los viajeros terminan y también ellos pueden subsistir en la memoria, en el recuerdo y en la narración. El objetivo de un viaje es sólo el inicio de otro viaje.

Y así es. Mientras escribo estas letras tengo el correo abierto para ultimar los preparativos de nuestra próxima travesía por la costa del Algarve. Y recordad que todos los viajes son libros abiertos y que un viajero sabio nunca desprecia su propio país. Porque el paisaje de Lanzarote no sólo significa una lección sobre el origen de la tierra, sino también sobre el origen de la vida.

Ahí van las fotos. A ver que os parecen
 

Ver las imágenes de Timanfaya

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  1. Sin duda Lanzarote es la isla más singular, es imposible que te deje indiferente, te gusta ó no te gusta, no hay termino medio, ella es en si misma extrema y esa la sensación que causa, sobrecogedora soberbia y reivindicación, en parte se lo debemos a César Manrique que sería un buen ejemplo a seguir por otras costas….en fin  todavia quedan algunas personas que hacen bien lo que tienen que hacer, entre ellas tú José Manuel por seguir abriendonos los ojos y compartiendo el pulso de la tierra con todos sus pliegues.

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