almerich

El bloc personal de José Manuel Almerich

6 d'octubre de 2010
Sense categoria
2 comentaris

EL CABO DE SAN ANTONIO


El kayak es la bicicleta del mar, la estela de las olas y la fuerza de los brazos, al capricho del viento y de la espuma, el único medio de transporte que no deja rastro tras su paso, donde el camino sólo existe en nuestra mente y desaparece de inmediato a nuestra espalda.

José Manuel Almerich
Una travesía combinada a kayak y bici

 

Son las siete de la madrugada y ya estamos en la Punta Negra.  Miramos con recelo el horizonte que comienza a tomar color,  y dudamos si adentrarnos en agua o volver a casa.  A esa misma hora, dos amigos más estarán a punto de levantarse. Pronto iniciarán los preparativos, pero ellos no dudarán en salir porque desconocen el estado de la mar. Tienen que partir en bici y llegar, antes del mediodía, a la cala del Pope, junto al puerto de Javea.

La idea es muy sencilla: nosotros intentaremos llegar en kayak desde Denia y ellos lo harán en bicicleta. En el punto de encuentro previamente concertado haremos el intercambio; nuestros amigos volverán por mar, y nosotros lo haremos en sus bicis, siguiendo los caminos entre viñedos que rodean el Montgó por Jesús Pobre y la Vall de Sant Bertomeu.

 

Desconocemos cuanto tiempo tardaremos en realizar la travesía a bordo de esta pequeña embarcación cuyo motor son tan sólo nuestros brazos. Por eso necesitamos margen suficiente. Desde el final de les Rotes hasta Javea, bordeando los escarpados y salvajes acantilados del cabo de San Antonio, puede llevarnos cuatro o cinco horas si el mar está en buenas condiciones o impedirnos llegar a la bahía si a la vuelta del cabo, los vientos procedentes del Lleveig soplen con fuerza. Puede que a punto de llegar, el oleaje se convierta en una cambiante y caprichosa carrera de obstáculos donde colinas de espuma suban y bajen haciéndote desaparecer entre la bruma. O puede que cientos de gaviotas te acompañen hasta la orilla y te ayuden, con sus alas, a varar en la grava de la playa. Pero como a veces el mar advierte, recogemos los kayaks y volvemos a casa.

 

A la mañana siguiente, y a la misma hora, el mar está en calma. Apenas una pequeña brisa sopla de levante y nos acaricia el rostro como incitándonos a entrar en él. Juanjo y yo nos miramos, y presurosos, como si alguien nos lo fuese a vaciar, comenzamos a navegar.

 

Juanjo es mi vecino de Denia. La casualidad, o el destino, han hecho que nos hayamos reencontrado después de veinte años. Por aquel entonces ascendimos a la cumbre del Urbión y realizamos largas y duras travesías a pie y en bici. Pasaron veinte años sin saber nada de él y ahora, cosas de la vida, me lo encuentro de nuevo. Juanjo es una persona delgada, de tez clara y aspecto frágil, poco amigo del sol, pero fuerte como un roble y nervioso como yo. Metódico y organizado, analiza con calma igual que entonces, los pros y los contras ante cualquier situación. Su casa, junto a la mía, es pequeña, blanca y ordenada. Como en un barco, cada objeto está en su sitio y los kayaks, limpios del salobre, siempre están a punto de zarpar. Al reencontrarnos, nos faltó tiempo para preparar una travesía combinada a kayak y bici. Tren superior, tren inferior, brazos y piernas, olas y caminos, polvo y espuma, mar y montaña.

 

Invitados por el Mediterráneo nos adentramos en él, y perfilando las olas, buscamos el paso adecuado para salir. La experiencia de Juanjo guía la maniobra y surgimos entre las rocas sin apenas mojarnos. La sensación inmediata que te invade a bordo de esta pequeña embarcación, rápida y tremendamente marinera, es que sigues siendo libre. Al anhelo humano por explorar lo desconocido, se une la grandeza del océano en el que, si algo nos atrae por encima de todo, es la ausencia de caminos marcados.

 

El kayak es la bicicleta del mar, la estela de las olas y la fuerza de los brazos, un capricho del viento y de la espuma, el único medio de transporte que no deja rastro tras su paso, donde el camino sólo existe en nuestra mente y desaparece de inmediato a nuestra espalda.

 

El territorio valenciano tiene 520 Km. de costa en su mayor parte cimentada de hormigón.  Apenas unos cuantos se encuentran sin urbanizar y el Cabo de San Antonio, como una ballesta que apunta a Ibiza, es uno de ellos. Aquí, al igual que en la Sierra de Irta, la Granadella o les Columbretes, el paisaje sigue siendo el mismo que hace miles de años.

 

Ahora y hoy, a bordo de esta sencilla y versátil canoa,  la única capaz de hacer frente a ciertas situaciones por su fácil maniobrabilidad, recorreremos la estrecha franja entre la tierra y el mar que, como un viaje imaginario, nos llevará hasta Javea. Al igual que la bici, vas únicamente acompañado de tus pensamientos, esperanzas y temores. Consciente de que, tan sólo de ti, depende el éxito.

 

Una vez rebasada la Cova Tallada, a la que entraremos a la vuelta, un grupo de gaviotas revolotean a mi alrededor mientras el mar borbotea como una olla a presión, salpicada de reflejos plateados que no son más que cientos de miles de peces que huyen de algún depredador. Ellas, oportunistas, cazarán al vuelo a los alevines que intentan en la superficie salvar su vida.

 

Al llegar cerca del puerto de Javea debemos volver: nadie nos espera y nos queda el trayecto de regreso. Nuestros cómplices en la travesía no han podido venir. El cabo de San Antonio marca un cambio en el viento y las corrientes. Quien haya rebasado este punto de inflexión sabrá a lo que me refiero. El estado de la mar, encrespado y agitado, nos complica en parte el regreso aunque el viento sopla a nuestra espalda. Las olas superan el metro de altura y nos mecen sin violencia, formando amplias y azules hondonadas. No rompen pero marean y, exhausto por el esfuerzo, le pido a Juanjo desembarcar en la cueva, hidratarse, comer algo y descansar.

 

La Cova Tallada fue durante años, la cantera de donde se extraía la piedra toba con la que se construyó la Iglesia Fortaleza de Javea, y parte de sus edificios históricos. Tallada a pico, las piedras eran cortadas y transportadas en barcazas hasta el puerto de las Aduanas. El mar se adentra en su interior, y la fuerza de las tempestades ha modelado el trabajo del hombre hasta el punto que los cortes han sido suavizados por el cincel del oleaje. Ahora es difícil discernir entre lo natural y lo artificial, entre la historia y la naturaleza. Porque al fin y al cabo aquí, en la Marina, el paisaje ha sido creado, desde dentro y desde fuera, por la mano del hombre.

 

Recuperados del cansancio volvemos a la Punta Negra. Las medusas se han aprovechado de mi situación de debilidad y las secuelas en la piel me pican con rabia mientras escribo estas letras. De nuevo el mar ha vuelto a recordarnos quien es el que manda, y al igual que en la montaña decide, como una mujer, si dejarnos o no, entrar en él.

 

Os adjunto unas fotos de la travesía. Espero que os alegren el día.

 

Ver imágenes de la travesía

Los libros de Almerich

Portal BTT Comunitat Valenciana

www.almerich.net

 

 

 

 

 

 

 

  1. Bonita experiencia.
    Ciertamente, cuando llegas al Cabo San Antonio, entre Javea y Denia, se nota mucho que te has quedado sin la protección del cabo y el viento sopla de lo lindo. Me han encantado las fotos, muy bonitas.
    Me ha entrado morriña de cuando yo era mas joven, y pasaba en Javea todo el mes de Julio, en una casa frente a la playa. Y entonces había 5 días de mar tranquilo y aguas transparentes, y 2 de mar revuelta, que ya lo teníamos cronometrado, y te ibas a hacer snorkel y había pulpos, estrellas de mar, erizos blancos y granates, y muchos peces. Cuando yo era muy pequeña, allí éramos cuatro gatos, y algunas familias que tenían casa en el primer Montañar, montaban un cañizo en la playa, que se quedaba allí hasta el final del verano, y pasaban toda la mañana a la sombra descansando, y charlando con todo el que pasaba por allí, porque nos conocíamos todos. Y el Montgo di Bongo no era un pub, sino la casa de Rosario, una mujer muy mayor, viuda de un pescador, que había sido monja antes de la guerra, y siempre iba vestida de negro. Solo abandono su casa cuando la sacaron a la fuerza, porque un maremoto estaba inundando toda su casa.
    Hace mucho que no voy, pero lo ultimo que yo recuerdo de la ultima vez que estuve por allí, es que casi todos los días el mar estaba revuelto, y la playa llena de algas, no había ni peces, ni pulpos, ni nada, excepto medusas, y todo era distinto. A veces creo que no voy para no ponerme triste.
     
    Bueno, que te echo de menos, a ver si nos vemos pronto aventurero.
     
    Besos
    Marisa Montañana

  2. He leído la crónica que escribes sobre la travesía del Cabo de San Antonio en kayak con Juanjo. Te he dicho en muchas ocasiones que me encanta todo lo que escribes, lo que fotografías y lo que nos descubres en tus relatos, pero si quieres, en tu blog figuran dos, que para mí son muy especiales, uno no hace falta que te diga cual es y el otro ha sido este. Es fabuloso el mensaje que trasmites, relatando la fuerza y la energía que tiene el Cabo, cómo te atrae y a veces, cómo te escupe. Ese lugar respetado como un totem por todos los que amamos el mar y que como un padre severo, de vez en cuando se enfada con nosotros.

    El hecho de que en esta ocasión hayas ido con Juanjo me ha dado una alegría enorme, porque sé que estará disfrutando contigo y tú también con él, tal y como relatas. Juanjo y yo somos como hermanos, de hecho, Ana su mujer, dice que ella es mi hermana de sangre, nos queremos mucho las dos familias y hemos vivido momentos en la naturaleza inolvidables, algunos bastante duros como un descenso del Montgó con granizo. Ellos se atrevieron a venir conmigo en mi primera travesía a Ibiza, donde me temblaban las piernas cuando soltaba amarras a las 12 de la noche para iniciar la derrota, con un mar no muy propicio. Fue él quien me descubrió las bondades de la Ensenada de Dins de la Isla de Conejera frente a San Antonio, que actualmente se ha convertido en uno de mis refugios favoritos para fondear por la noche y muchas más cosas que te contaré.

    Cuando le dije que ibais a ser vecinos se le iluminó la cara, porque vio en ti al tenerte tan cerca, una avalancha de aventuras en la naturaleza que tanto le fascinan y veo que se están cumpliendo, no sabes cuanto me alegro por los dos.

    Antes de que nos deje este verano de 2.010, hemos de vernos en dos momentos. Uno, quedando un día laborable cualquiera al salir del trabajo para navegar en el “Patache” con Javi y quien se apunte, comiendo a bordo y aprovechando los térmicos que entran a las 16,00 HRB y que poco a poco comienzan a flaquear. Y otro en tu maravillosa casa de Denia donde daremos cuenta a una botella de Gin “Xoriguer” que yo aportaré y que ayudará a ponernos al día de lo que hemos hecho últimamente.

    Gracias de nuevo por tu experiencia, por tu relato y por tu amistad.

    Un abrazo,

    JOSE Z

Deixa un comentari

L'adreça electrònica no es publicarà. Els camps necessaris estan marcats amb *

Aquest lloc està protegit per reCAPTCHA i s’apliquen la política de privadesa i les condicions del servei de Google.

Us ha agradat aquest article? Compartiu-lo!