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El bloc personal de José Manuel Almerich

31 de gener de 2010
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OPORTO

Oporto es una ciudad a punto de desvanecerse. Oscura y severa, envuelta por un río brumoso y gris, es una villa barroca volcada al mar con una atmósfera mágica y misteriosa teñida por el influjo inglès.

José Manuel Almerich

     Ratas, palomas y gaviotas se disputan los despojos en la orilla del río mientras sus aguas transcurren lentamente hacia el océano. Bajan altas, sucias, con toda la carga de la historia que ha hecho posible esta ciudad triste en apariencia, decadente, descuidada y vieja, algo anglosajona. El río no solo lleva agua, sino también parte de las entrañas de España. Esta mañana cuando he salido a correr siguiendo el margen derecho del Duero he llegado hasta el estuario que forma poco antes de su desembocadura. Cientos de gaviotas y cormoranes procedentes de las zonas afectadas por la catástrofe del Prestige se ubicaron aquí, y ya no se han ido. Me lo cuenta Manuel, mi amigo portugués quien indignado ve como estas gaviotas feas y agresivas, con el pico rojo por la sangre de sus víctimas, han desplazado a las autóctonas hacia el interior de la ciudad. Por eso las veía por la mañana revolotear cerca de los semáforos y por las calles cercanas a mi hotel. Estas últimas a su vez han desplazado a las palomas que se han tenido que refugiar, como otras veces, en los jardines del palacio de Cristal.

 

     Hace menos frío de lo que pensaba por lo que prolongo mi carrera media hora más. Quiero ver el espectáculo de las aguas del Duero chocando con las olas del gran mar que parece empeñado en no dejarlo entrar. Aliado con las mareas, al final el río cumplirá su misión: entregar al Atlántico el mensaje traído desde las altas tierras peninsulares, desde las montañas interiores donde las laderas calidas y soleadas en verano aparecen tapizadas de viñedos. A las diez y media vendrán a recogerme. Hoy tenemos clase en la Universidad y después, comeremos con el resto de profesores en las cavas de Vila Nova do Gaia.

 

     Oporto es una ciudad a punto de desvanecerse.  Oscura y severa, envuelta por un río brumoso y gris, es una villa barroca, volcada al mar,  con una atmósfera mágica y misteriosa teñida por el influjo inglés. Celosa de su libertad, sus habitantes se forjaron la fama de rebeldes durante siglos y sus mujeres atacaron al ministro responsable de los impuestos cuando se pretendió grabar el comercio del lino. Se alimentaron de callos y desechos a fin de abastecer con la mejor carne a la flota que participó en la toma de Ceuta. Por eso a sus habitantes les llaman tripeiros, o comedores de tripas, un plato que, acompañado con judías,  se ha convertido en la especialidad local.

 

    Al otro lado del río, frente a Gaia se encuentra la Ribeira, la fachada marinera de O Porto donde están  los pequeños restaurantes que ofrecen vino y bacalao exquisitos a buen precio, y desde donde se observa el extraordinario puente de hierro a dos niveles que es la misma torre Eiffel tumbada horizontalmente. Su arquitecto utilizó la misma técnica, convertir el hierro en el único elemento para que pasen los coches y los peatones, mientras se unía a la vez los barrios altos y bajos de ambas orillas del río.

 

     En pocas ciudades he disfrutado tanto como en Oporto. No sólo por lo que es y significa, arquitectónicamente, ni tan siquiera por el calor humano que desprende como una aureola mezclada en el ambiente, donde los olores se confunden y la ropa tendida forma parte del decorado urbano, sino porque en ella se encuentra la librería más bella de Europa. Como la novela “la sombra del viento”, en este lugar cada libro está en el escenario que se merece, donde el alma de los que los escribieron, los leyeron o soñaron con ellos, sigue viva entre sus paredes revestidas de nogal. Allí se grabaron algunas escenas de Harry Potter y la librería se conserva exactamente igual que cuando fue inaugurada en 1869. Entre el continuo ir y devenir de personas, siempre encuentras un espacio para explorar y sumergirte entre la realidad y la ficción, un lugar donde la literatura cobra vida. Cubierta por una cúpula de cristal que permite la entrada de luz natural perfecta para la lectura, sobre el suelo de madera todavía están los raíles por los que circulaba un vagón que recorría toda la librería.

 

     Los últimos días los he pasado en casa de Manuel, junto con Ana e Inés, abusando de su hospitalidad. Su casa también es como la librería, donde cientos de cuadros, objetos, libros y recuerdos se amontonan en el desván como viejas fotografías. Manuel estuvo en la guerra colonial, tiene una cicatriz en la cabeza como un esbozo de la muerte que le pasó cerca. Jamás había conocido a nadie que hubiera estado en una guerra, de esas que se matan de verdad. Tan sólo a algún anciano en nuestros pueblos de Teruel. Manuel te lo cuenta sin demasiado interés porque aquello queda lejos y prefiere no recordar. En la facultad enseña a sus alumnos la fuerza de la voluntad, la tenacidad y constancia para convertirse en los mejores atletas.

 

     Después de cenar, Manuel me ha insistido en llevarme a un sitio especial: el Señor de la Piedra. Azotado por el viento este santuario se debate entre la bruma de las olas y la fuerza de las tempestades. Confieso que pocos lugares me han impresionado tanto al acercarme a ellos. La marea está baja y nos permite llegar. Junto a él, las velas siguen, misteriosamente encendidas a pesar de mal tiempo y mi amigo me confiesa que las brujas, incluso hoy, siguen visitando el lugar con frecuencia. Portugal, como Galicia, sigue inmerso en sus supersticiones, lo cual se entiende cuando te acercas a lugares como estos. Hace mucho frío y la marea comienza a subir por lo que hemos de volver hacia la playa. De lo contrario, como un pequeño Saint Michel quedaremos aislados. La arena se hunde ante nuestros pasos y pronto quedarán las huellas sumergidas por el agua.


     Portugal, como Marruecos, son países que, sin saber muy bien porqué, tengo que visitarlos una vez al año, aunque vivamos de espaldas a ellos. Saborear sus rincones más secretos y captar, en un atisbo de magia, aquellos momentos en el que trabajo del hombre y las fuerzas de la naturaleza confluyen. La extraña belleza que Oporto transmite a sus visitantes no puede ser definida: elegante decadencia, callejas estrechas donde no entra la luz, sombríos pasajes sucios y adoquinados, plazas que transmiten paz, edificios barrocos recargados por la patina del tiempo, pequeños comercios con mostradores de madera y altas casas de colores con los rabelos cargados de toneles varados junto al Duero. Oporto es el “Portu” de donde viene Portugal, un lugar que sigue ejerciendo sobre nosotros una fascinación especial, una ciudad que palpita al sabor de las mareas y al aroma dulzón del vino verde.


     Os adjunto unas fotos de estos días y un enlace para escuchar una canción de Cristina Branco. La fotografía en Oporto es un desafío a la creatividad, y la canción de Cristina, una mezcla de voz, poesía, música y nostalgia. Como dice su letra:

 

“no sé de tu invierno

ni de las historias

llevadas por los vientos

de la memoria.

Solo sé

que aún formas parte

de mi deseo 

Aún espero

una señal de tu pañuelo

agitándose en la proa

de un navio triste
que en la bruma se fue”.


Espero que os guste
jM
 

Ver las fotos de Oporto 

                                            www.almerich.net
 

  1. Porto es la ciudad del granito que marca a todos los que sienten amor por sus piedras y que también han construido su fuerza
    de carácter. El Duero es el espejo de todo este sentimiento. La
    hospitalidad del “tripeiro”  (nombre que dan a sus habitantes) solamente se abre cuando siente que su interlocutor es franco y muy sencillo. Nos admira que el autor de estas líneas se haya impregnado tan bien del
    sentir de una familia portuguesa bien “tripeira”.
    Es una pena que los hermanos españoles y portugueses aun estén de espaldas unos de otros y por eso el resto de Europa se cree superior a nosotros. 
    Iberia tiene que marcar puntos en la Comunidad
    Europea.

    Manuel Ferreira

  2. Almerich, sóc un seguidor teu de Picanya
    Crec que t’he vist hui en BTT prop de Picassent, pot ser?
    Enhorabona pel teu magnífic treball que passarà a la posteritat i que tindrem sempre tots els que ens agrada la natura i l’esport.

    Ens vegem pels camins i senders valencians
    Un salut! 

  3. No es fàcil mejar-se una ciutat amb la forqueta de les paraules i el ganivet de les imatges com fa José Manuel Almerich, però sovint ens fas arribar l’aroma encara fumejant del plat del teu darrer viatge, com aquells potatges de casa pobra on s’amania una olla sense més ingredients que els que hi havia per casa.

    En veritat, a aquest plat anomenat Porto només li calen les postres de la immensa riquesa tipogràfica de les seues botigues. Un plaer per als qui estimem les lletres.

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